sábado, 17 de julio de 2010

Pensar para pensar 017

Pensar para pensar 017

DESDE FUERA

Ubaldo Orozco

A pesar tanto dedicación y disciplina que han de mantener a lo largo de su vida los políticos, la gente no los estima. Ni ahora ni antes. Aristófanes fue un comediógrafo que vivió para ridiculizarlos. Nació entre el 455 y el 445 antes de Cristo y murió hacia el 385. Su comedia, Los caballeros, se refiere precisamente a ellos.

Al describir al que gobierna escribió: Listo para la trampa y el enredo… listo en tretas y artimañas… comenzó a insinuarse con artificio, a adular y halagar al amo (el pueblo), a hacerle la barba… Y tiene su correa en la mano para ahuyentar a chicotazos al que se atreva a acercarse… Y si lo ve (al pueblo) bien bebido… hace sus alardes de poder y fuerza… Mira se tragó muchas galletas saladas –claro de las que había quitado en la plaza… Que rastrero esAl primer golpe verás bien que es un cobarde…

Del redentor esperado: Precisamente por eso vas a llegar a ser grande. Porque eres un infeliz, un bajo mercader sinvergüenza, pero atrevido… Ninguna dificultad. Lo que antes has hecho, sigue haciendo. Alborota, haz rueda las tripas y revuelve todos los asuntos. ¿Al pueblo? ¡Ese se gana con palabritas azucaradas y con antojitos de cocina! Y tienes todas las dotes que se requieren para ser guía de pueblos. Una voz estridente y retumbante, un nacimiento bajo y modales de callejero: tienes todo lo que se necesita para ser un regente de la ciudad… ahora enfréntate al contrario.

Sigue acerca del héroe: ya apareció otro hombre… el que te va a pasar con mucho… en ser bribón y atrevido en sus artimañas… ¡El más amado de todos y el más dotado de seso, regresas al fin, cuando tanto hemos sufrido por tu ausencia!

El rival no se queda atrás, lo que se dice guerra sucia: Andas vendiendo allí tripas de que nos has pagado el diezmo… ¡tripas que eran de los dioses!.. ¿Qué bebes para hacer que la ciudad se quede aletargada y tonta como se halla hoy? ¡Tú la mataste con el silencio!... Y se defiende: yo no les tengo miedo mientras tenga vida el senado y el pueblo se ponga la máscara de tarugo, a la hora de juzgar… Y no acepta la derrota: No, amiguito, no te jactes de haberme vencido en el senado, usando de tus dicterios. Vamos al pueblo reunido.

El héroe saca trapos al sol: Tú cortabas cuero de un buey viejo y lo vendías a los pobres campesinos como si fuera piel de novillo. Parecía muy apretado, pero con dos días de uso, se volvía flojo, flojo, hasta llegar a dos cuartas.

Y se defiende: … Desde que comenzó la guerra nunca habían estado más baratas las anchoas.

Y habla al pueblo: Mírame a mí: te mandé hacer este cojín y te lo traigo aquí para que en él reposen suavemente tus nalgas que fueron a llevar el remo a Salamina…

Y se puede seguir, pero mejor recreemos internamente, las voces silenciosas del pueblo romano reunido en el coliseo para disfrutar de las luchas a que tenía derecho. De gladiadores y fieras. Espectáculo de regalo sorpresivo, a voluntad del emperador; hora de inicio: el medio día: hora de término el de la calor; época: la calígine, el infierno; destinatarios: todos pues el césar ordenaba previamente el cierre de puertas; el obsequio: el martirio de los más: el emperador mandaba descorrer el toldo que cubría los asientos de los espectadores. El lector debe tener en cuenta, además, que en Roma abundaba la calvicie y que Calígula repitió su chiste varias veces.

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El pueblo malquiere a sus poderosos. A sus dominantes. Los tiene bien observados. Ni modo. El lenguaje no es nuevo. Tampoco los oficios. Pero ya hemos dado una vuelta sobre el fenómeno del poder. Llega el tiempo de cambiar el objeto de nuestra mirada. Ya vienen los tiempos en que seremos espectadores de otras campañas políticas y quizá recordemos algo de lo que leímos en estas páginas.

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Esta columna se tomará un descanso para permitir a don Puro expresar lo que le carcome el alma. Si es que la tiene. Le recomienda además que escape a la descripción que da de los ancianos Aristófanes en Los Acarnios: También conozco el modo de los viejos. No tienen más mira que dar fallos de condenación contra quien sea. Y que recuerde, para evitarlas, que según lengua de Fernando de Rojas la ancianidad es la morada de las rencillas.

jou.orozco@gmail.com

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